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domingo, 29 de agosto de 2010

confiemos en dios

Confiemos en Dios.

¿Por qué no confiar en Dios, si Él es la Bondad infinita, es la Misericordia misma?

¿No nos basta que Jesús haya muerto de forma tan cruel para demostrarnos su amor por nosotros? ¿Qué esperamos para confiar en Él?

En realidad si desconfiamos de Dios y tenemos miedo a la condenación eterna, es porque no conocemos bien a Dios, porque si hemos sido o somos muy pecadores, los más pecadores de los hombres, no hay nada que temer, porque sabemos que Dios perdona cualquier tipo y número de pecados, con tal de que nos arrepintamos de corazón y vayamos a los pies del Señor y humildemente le pidamos perdón.

Él conoce nuestra debilidad y sabe que el demonio es muy astuto y que nos hace caer muy fácilmente, porque somos débiles y estamos muy inclinados al mal.

Pero lo que estaría mal de nuestra parte es quedarnos en el suelo, es decir, si tenemos la desgracia de caer en pecado, tenemos la obligación de levantarnos, de hacer una sincera confesión con un sacerdote y seguir en el combate. Y aunque caigamos una y mil veces, una y mil veces debemos acudir a la fuente de la Misericordia de Dios que es el Sacramento de la Confesión.

Dios no se cansa de perdonar, nosotros no nos cansemos de pedir perdón, y con el tiempo veremos que avanzamos en la vida de santidad y ya no caeremos tan frecuentemente, y la Misericordia de Dios nos habrá transformado de pecadores en santos.

Jesús, en Vos confío.

jueves, 12 de agosto de 2010

evangelio 12 de agosto


Evangelio 12 de Agosto del 2010

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Autor: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net
Perdonar setenta veces siete
Mateo 18, 21-19,1. Tiempo Ordinario. Al perdonar encontramos paz en nuestra vida. Aunque sea costoso y se oponga a nuestros sentimientos y pasiones.


Perdonar setenta veces siete
Mateo 18, 21-19,1


En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús, le preguntó: Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces lo tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y les propuso esta parábola: Se parece el Reino de los Cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo. El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo: Págame lo que me debes. El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo y te lo pagaré. Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti? Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano. Cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.


Reflexión


Juan Pablo II dio al mundo uno de los más grandes ejemplos de perdón cuando, en 1982, después de que atentaran contra su vida, fue a visitar a Ali Agca para ofrecerle su perdón. Perdonar a quien intentó asesinarle es todo un testimonio del seguimiento de Cristo.

Jesús no pone límites a la hora de olvidar las faltas. Además nos dejó un sacramento, el de la Penitencia, para borrar los pecados que cometiésemos contra Él, contra Dios. De ahí sacamos una lección de misericordia y de amor. Dios nos gana a todos en generosidad, y no sólo nos perdona una o dos faltas, sino todos los pecados por graves que éstos sean.

Así como Dios perdona, así como el Papa perdonó, igualmente debemos hacer nosotros con todos aquellos que nos perjudican.

Perdonar es vivir la caridad. Aunque sea costoso y se oponga a nuestros sentimientos y pasiones, es la mejor manera de manifestar nuestra correspondencia al amor de Dios.

El perdón es una manera de vivir muy cristiana, y muy necesaria, sobre todo en los ambientes donde reina el odio y la venganza. Dicen que las guerras no se vencen con la fuerza de las armas, sino con el poder del perdón.